¿Quieres conocer a grandes figuras del Siglo de Oro Español?
Entonces, este blog os gustará ya que vamos a dar un repaso sobre las grandes figuras literarias que hicieron de los siglos XVI y XVII inolvidables para el mundo de las letras españolas.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Luis de Góngora (1561-1627)

Nació en Córdoba y estudio en la universidad de Salamanca. Recibió órdenes religiosas y en su juventud ya era famoso puesto que Cervantes habla de él cuando Góngora solo tiene 24 años. A diferencia de la mayoría de sus contemporáneos, en Góngora, ni la religión ni el amor ocupan un lugar importante en su vida o en su poesía. Le domina un solo sentimiento, la belleza, pues el amor y la naturaleza, asuntos de los que trató con perfecto dominio, más que sentimientos en él aparecen como pretextos para la creación poética. Al final de su vida, agobiado por las deudas, se traslada a Córdoba, donde muere.
 ESTILO:

Góngora es el creador de un nuevo lenguaje poético y elitista, hermoso y difícil, que eleva a categoría culta palabras y temas hasta entonces destinados a la poesía popular.
En sus poemas cortos utiliza recursos estilísticos del culteranismo: imágenes, cultismos, hipérboles e hipérbatos. Aparecen también recursos del conceptismo: juegos de palabras, antítesis y paradojas muy frecuentes en su poesía satírica.
Crea un lenguaje rico y sensorial que tiene como finalidad resaltar la belleza de las cosas. Esto lo consigue gracias a la acumulación de recursos estilísticos: metáforas, cultismos, latinismos, perífrasis y alusiones mitológicas.


POEMA:

Al Duque de Béjar

Pasos de un peregrino son, errante,
Cuantos me dictó versos dulce Musa
En soledad confusa,
Perdidos 
unos, otros inspirados.

¡O tú que de venablos impedido
Muros de abeto, almenas de diamante,
Bates los montes que de nieve armados
Gigantes de cristal los teme el cielo,
Donde el cuerno, del eco repetido,
Fieras te expone, que  al teñido suelo,
Muertas, pidiendo términos disformes

Espumoso coral le dan al Tormes!:

Arrima a un frexno el frexno, cuyo acero,
Sangre sudando, en tiempo hará breve
Purpurear la nieve;
Y, en cuanto da el solícito montero,
Al duro robre, al pino levantado
Émulos vividores de las peñas
Las formidables señas
Del oso que aun besaba, atravesado,
La asta de tu luciente jabalina,
O lo sagrado supla de la encina
Lo Augusto del dosel, o de la fuente
La alta cenefa, lo majestuoso
Del sitïal a tu Deidad debido
,
¡O Duque esclarecido!
Templa en sus ondas tu fatiga ardiente,
Y, entregados tus miembros al reposo
Sobre el de grama césped, no desnudo,
Déjate un rato hallar del pie acertado
Que sus errantes pasos ha votado
A la real cadena de tu escudo.

Honre suave, generoso nudo,
Libertad, de Fortuna perseguida;
Que, a tu piedad Euterpe agradecida,
Su canoro dará dulce instrumento,
Cuando la Fama no su trompa al viento.

De este ambicioso poema, Góngora solo concluyó la «dedicatoria al Duque de Béjar» y las dos primeras Soledades, de las cuales dejó inconclusa la segunda.
Era la primera vez que se utilizaba el género lírico para un poema tan extenso, pues no tiene desarrollo narrativo ni ecfrástico.
Este argumento, inspirado en el episodio de Nausícaa de la Odisea, Góngora se dedica a dibujar una pequeña descripción de la naturaleza, plagada de alusiones mitológicas y metáforas amplificativas, con el propósito de halagar los sentidos y hallar la belleza en todo objeto en el que fije su pluma.

Describe paisajes arcádicos, en una línea de inspiración neoplatónica, donde los objetos son espléndidos y la vida, un retiro ideal

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